lunes, 18 de abril de 2016

For a thousand years, I've loved you and I've been waiting for.

Las piernas me temblaban, prácticamente balbuceaba, no podía dejar de estar nerviosa. Por eso me abrazabas, me agarrabas, me pedías que dejase de mover la pierna.

Pensabas lo mismo que yo. Nos necesitábamos exactamente en la misma medida.

Y me besaste. Hiciste que  volviera seis años  atrás. Me ofreciste algo de cenar y accediste a ver mi película favorita. Como si no te supieses de memoria los diálogos. Como si no la hubiésemos visto ninguna vez.
Fingías no aburrirte tan bien.  Tan, tan bien, que me lo creí.

Y en diez segundos no podía dejar de sonreír, ni siquiera te podía mirar. No quería que me soltaras. Quería quedarme ahí.
Para siempre.

Podríamos hacernos daño con cualquiera. Volvernos adictos a cualquier otro perfume.

Pero a veces necesito que esa persona seas tú.

Porque cuando me niegas mis famosos cinco minutos más, sólo entonces, es cuando me doy cuenta de que lo nuestro no se puede volver a arreglar.

O que no podría soportar cinco minutos más junto a ti.

Volveríamos a caer en nuestro juego a la vez. Como dos idiotas que no dejan de fallarse. Y aun así no pueden vivir el uno sin el otro. Aunque en lo nuestro todo valga.


Esos cinco minutos resolverían lo que jamás hemos querido resolver, quizás por miedo a tenernos que separar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario