A veces deseo que sólo hubieses sido una pesadilla, un sueño del que me hubiese despertado en el momento en el que tropecé contigo, sí, tú eres mi piedra en el camino, ese error que no dejo de cometer. Pero, sabes, hay otras veces que me olvido de todo lo malo y consigo recordar que una ves fuimos felices y que sólo contigo he podido sonreír sin fingir.
Es más, me encanta cuando me acuerdo de el día en que te conocí, porque aunque ahora parezca absurdo, sigue siendo unos de los diez mejores días de mi vida. Sí, tal vez no sea el primero, pero tampoco el décimo, y aunque ya no te recuerde como antes, ni tenga esas ganas locas de correr hacia ti y abrazarte, me produces algo que parece una mezcla entre respeto y melancolía.
Y aún así, después de tanto tiempo, eres el único capaz de hacerme escribir por y para ti, el único que hace que las palabras salgan solas, y me hagan sentir tan bien.
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