Y de repente, alzas la vista y te das cuenta de que mirando a bajo no consigues nada.
Decides seguir subiendo un poco más, y disfrutar de esta panorámica, que resulta que sí vale la pena al final.
Ya no importa lo demás, ya no importa lo que hay detrás de ti, porque miras hacia delante, y todo tiene un brillo especial, miras a los lados y ves que aún hay gente que está ahí, aquellos que han permanecido, aquellos que no se han ido.
Ochocientos días. Uno más, uno menos. Me haya costado lo que me haya costado, y el tiempo que aún me cueste.