martes, 28 de octubre de 2014

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Será un día frío, de los que ni el calor del metro me haga sudar, de esos que parecerá gris y en un instante se iluminará. Llegaré tarde, para variar. Subiré al metro, y caminaré por dentro del vagón, hasta que sin querer, mis ojos encontrarán una mirada familiar, unas pestañas infinitas que nunca quise dejar escapar. Cuando te des cuenta yo estaré temblando, teniendo frío, mucho frío. Tardarás cuatro segundos en reaccionar, para mí serán muchos más, todo a cámara lenta. Sonreirás al instante, y yo sonreiré con un acto reflejo, porque tu sonrisa siempre me hizo feliz, incluso cuando no era por mí. Verás que sonríes, e intentarás disimular, mirarás a los demás para ver si alguien se da cuenta de lo que tú sientes, de cómo ellos van desapareciendo sin más. Dudaré en acercarme, me alejaré tres pasos, o quizás más, mientras tú, quieto, muy quieto, no podrás moverte. El metro frenará, anunciará la siguiente parada, quizás sea la tuya, quizás no, pero no bajarás, no lo harás hasta que yo baje, o hasta que hable, o hables tú, quién sabe. La velocidad del vehículo hará que tambalee y casi caiga, a lo que tu correrás para que no pierda el equilibrio, y como si nada hubiese pasado entre tú y yo volverás a sonreír, diciendo que te ha salido solo, que no habías previsto eso. Puede que yo me muera de vergüenza, seguramente esté roja del calor que de repente tengo, y sonreiré, te daré las gracias, y nos quedaremos mirándonos el uno al otro, durante unos minutos, o tal vez diez. Ninguno de los dos sabrá muy bien por dónde  va el metro, si hemos llegado ya, si falta o aún quedan un par de paradas más.

Y entonces, alguien hablará, lo más probable es que seas tú, siempre me gustó el silencio entre tú y yo, tan lleno de sentido, tan significativo, tan poco incómodo.

-¿Qué tal, cómo te va?- será como darás pie a una conversación que no irá a ninguna parte, dirás eso en lugar de preguntarme si estoy bien sin ti, si sigo soñándote, si te necesito aún.
-Bien, ¿y tú? Te veo bien- contestaré siguiendo tu juego lleno de sinsentido, como todo lo que siempre nos rodeó.

Contestarás que bien, te interesarás por lo que hago, a lo que responderé con cosas banales, deseando saber si sigues echándome de menos, si piensas en mí, si me necesitas.

A esas alturas ya no estarás con ella, pero estarás con otra, me da igual quién sea, yo no seré y eso es lo que me mata, pero no lo sabrás, no te darás cuenta.

El metro volverá a temblar, y me caeré encima de ti, sin querer queriendo como aquel que dice, recordando(te), me mirarás con una cara de incerteza, tú también (me) recordarás, tal vez me querrás tanto en ese instante como yo a ti, pero me tendré que separar, tardaré más de lo normal, tú lo agradecerás.

Y como todo cuento, tendrá que acabar, tendré que redirigirme a mi destino, y tú también, no sabré si te has pasado ya la parada, pero yo bajaré en la que corresponde a mi universidad.

Te desearé lo mejor, aunque yo sabré que lo mejor para ti soy yo, me dirás que me cuide, mientras tú sabrás que nadie me cuidará mejor que tú. Me darás un beso en la frente como en los viejos tiempos, y empezarás a temblar, porque es un adiós definitivo, ese adiós que nos debíamos, y cuando salga del vagón romperé a llorar, porque vale la pena romperse por algo así.

Por ti.