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Será un día frío, de los que ni el calor del metro me haga sudar, de esos
que parecerá gris y en un instante se iluminará. Llegaré tarde, para variar. Subiré
al metro, y caminaré por dentro del vagón, hasta que sin querer, mis ojos
encontrarán una mirada familiar, unas pestañas infinitas que nunca quise dejar
escapar. Cuando te des cuenta yo estaré temblando, teniendo frío, mucho frío.
Tardarás cuatro segundos en reaccionar, para mí serán muchos más, todo a cámara
lenta. Sonreirás al instante, y yo sonreiré con un acto reflejo, porque tu
sonrisa siempre me hizo feliz, incluso cuando no era por mí. Verás que sonríes,
e intentarás disimular, mirarás a los demás para ver si alguien se da cuenta de
lo que tú sientes, de cómo ellos van desapareciendo sin más. Dudaré en
acercarme, me alejaré tres pasos, o quizás más, mientras tú, quieto, muy quieto,
no podrás moverte. El metro frenará, anunciará la siguiente parada, quizás sea
la tuya, quizás no, pero no bajarás, no lo harás hasta que yo baje, o hasta que
hable, o hables tú, quién sabe. La velocidad del vehículo hará que tambalee y
casi caiga, a lo que tu correrás para que no pierda el equilibrio, y como si
nada hubiese pasado entre tú y yo volverás a sonreír, diciendo que te ha salido
solo, que no habías previsto eso. Puede que yo me muera de vergüenza,
seguramente esté roja del calor que de repente tengo, y sonreiré, te daré las
gracias, y nos quedaremos mirándonos el uno al otro, durante unos minutos, o
tal vez diez. Ninguno de los dos sabrá muy bien por dónde va el metro, si hemos llegado ya, si falta o
aún quedan un par de paradas más.
Y entonces, alguien hablará, lo más probable es que seas tú, siempre me gustó
el silencio entre tú y yo, tan lleno de sentido, tan significativo, tan poco
incómodo.
-¿Qué tal, cómo te va?- será como darás pie a una conversación que no irá a
ninguna parte, dirás eso en lugar de preguntarme si estoy bien sin ti, si sigo
soñándote, si te necesito aún.
-Bien, ¿y tú? Te veo bien- contestaré siguiendo tu juego lleno de sinsentido,
como todo lo que siempre nos rodeó.
Contestarás que bien, te interesarás por lo que hago, a lo que responderé
con cosas banales, deseando saber si sigues echándome de menos, si piensas en
mí, si me necesitas.
A esas alturas ya no estarás con ella, pero estarás con otra, me da igual
quién sea, yo no seré y eso es lo que me mata, pero no lo sabrás, no te darás
cuenta.
El metro volverá a temblar, y me caeré encima de ti, sin querer queriendo
como aquel que dice, recordando(te), me mirarás con una cara de incerteza, tú también
(me) recordarás, tal vez me querrás tanto en ese instante como yo a ti, pero me
tendré que separar, tardaré más de lo normal, tú lo agradecerás.
Y como todo cuento, tendrá que acabar, tendré que redirigirme a mi destino,
y tú también, no sabré si te has pasado ya la parada, pero yo bajaré en la que
corresponde a mi universidad.
Te desearé lo mejor, aunque yo sabré que lo mejor para ti soy yo, me dirás
que me cuide, mientras tú sabrás que nadie me cuidará mejor que tú. Me darás un
beso en la frente como en los viejos tiempos, y empezarás a temblar, porque es
un adiós definitivo, ese adiós que nos debíamos, y cuando salga del vagón
romperé a llorar, porque vale la pena romperse por algo así.
Por ti.