jueves, 19 de junio de 2014

Una y otra vez.

Cuando estás en una relación, te acostumbras al otro hasta tal punto que recuerdas cada movimiento suyo, descifras las muecas que hace, memorizas sus lunares, y conoces su perfume, ese olor tan inconfundible que podrías identificar aunque hubiese un millón de personas más. Te habitúas a todos sus gestos, incluso crees que nunca habrá una última vez, que ese no sera el último beso, ni la última sonrisa, hasta que de repente todo desaparece, y entonces te pasas el resto de la vida echando algo de menos que tal vez en su momento no supiste valorar, algo que hiciste tuyo, que guardabas como un secreto, y que se esfumó sin más.
Y por mucho que digas que no importa, que has perdido mil cosas y esta es como otra cualquiera, un día te despiertas y sientes ese vacío enorme, tienes esa sensación de haberte quedado sin una parte de ti, y así es, todas esas cosas que habías aprendido, que aún recuerdas, pero que ya no te pertenecen, han huido, y a partir de ese momento será otra persona quien no las querrá dejar ir.
Sin embargo sigues con tu vida, llenando esa parte vacía con otras alternativas, pero como nietzche creía, el universo tiende al eterno retorno de las cosas, y tarde o temprano, el mínimo detalle hará que recuerdes su libro favorito o el estribillo de vuestra canción.
Para que, finalmente, un día todo acabe por volver de una manera u otra, y si realmente era la persona, no importara ni el cómo ni el cuándo, y mucho menos el pasado, todo eso se quedará atrás y pondréis un punto final a una historia, que a la vez significará el inicio de otra.
Y si vuelve para no quedarse, te demostrará que no era tu persona, que habrá alguien más de quién te enamorarás, con quien volverás a sincronizar tu respiración, y del que conocerás hasta el mínimo detalle.
Nadie sabe cuando encontrará a esa persona, o si la ha encontrado ya, y eso es lo bonito de esto, que cuando menos te lo esperas aparece alguien y puede ser la persona adecuada, o no, y se convierte en un juego de cartas, en el que el azar escoge las que te van a tocar, pero sólo tú decides cómo jugarlas.